Nuestras palabras tienen el poder de crear y destruir, duelen y gratifican, tienen la capacidad de resolver una situación incómoda o generarla, pesan e importan. Encontrar ejemplos donde el poder de las palabras cobra fuerza es muy sencillo, como en el caso de una relación o una amistad, uno de los mejores ejemplos. Cualquier palabra fuera de tono, que deje lugar a la interpretación, genere un malentendido o sea formulada en un momento anímico donde se distorsione el significado de la misma, puede crear rupturas entre ese vínculo.
Las palabras son mucho más poderosas de lo que pensamos, y su capacidad de crear o destruir, se extrapola a nosotros mismos. Ignorar nuestros propios pensamientos, reprimir nuestros deseos y dedicarnos más que palabras negativas a nosotros mismos, hará sentirnos profundamente frustrados e incapacitados para cumplir cualquier propósito. Si en tu mente dibujas las palabras “No Puedo”, jamás podrás, así son de poderosas.
Pero, ¿qué ocurre con la ausencia de palabras?, ¿también son importantes?
Sin ninguna duda, la ausencia de palabras, puede crear también serios problemas entre nuestros vínculos afectivos. La comunicación, en cualquier tipo de relación, es sumamente importante. Evitar ciertas palabras o secretos, los cuales guardamos supuestamente por el bien de la otra persona, solo consigue generar mayor confusión, y que una vez desvelada, genere un conflicto aún más difícil de abordar.
¿Qué debemos hacer para utilizar las palabras de la forma más efectiva? Ante todo, en primer lugar, empieza por ti, enamorando a tu propia mente. La
magia de las palabras se encuentra tanto en la elección como en la pronunciación de las mismas. Es importante que trasmitamos el mensaje correctamente, ya que, nuestras palabras, se encuentran relacionadas directamente con nuestras actitudes y creencias. Somos lo que decimos, tanto a otras personas como a nosotros mismos.
Reeducar nuestro vocabulario es el primer paso para mantener cierto control sobre el poder de nuestras palabras. Cientos de expresiones que
utilizamos de forma cotidiana, por inercia y sin saberlo, las condicionamos, principalmente con negaciones al inicio de la frase o cuestión. Por ejemplo, preguntas estándar como ¿no queda agua? o ¿hay agua? aunque aparentemente formulen lo mismo, son muy diferentes, la primera se encuentra condicionada por uno “no” y la segunda solo pregunta.
De nuestras palabras depende todo lo que nos rodea, cambia y cuida tus palabras si quieres cambiar tu vida. Prueba a hablar en positivo y notarás el efecto.