Los traductores profesionales utilizan diversas herramientas a la hora de llevar a cabo su labor. Sin duda alguna, los diccionarios son unas de las esenciales.
Hay distintos diccionarios que pueden resultar útiles para la traducción. Los de uso común son los más conocidos, aquellos que nos ofrecen las definiciones de los distintos términos de una lengua. Pero también son importantes los de sinónimos y antónimos, de colocaciones, bilingües y terminológicos. Todos ellos son necesarios para llevar a cabo un trabajo de traducción perfecto.
Entre la plétora de diccionarios, cabe destacar el de la Real Academia de la Lengua Española (R.A.E.). No se trata de un simple diccionario de uso, sino que es también prescriptivo. Dicta la norma de nuestra lengua, por lo que resulta fundamental para aclarar dudas sobre la oficialidad de términos y grafías del español.
Conseguir un texto, de acuerdo con la norma vigente de la lengua, es uno de los objetivos principales de un traductor profesional. El nacimiento de la R.A.E. está estrechamente relacionado con este propósito.
¿Con qué objetivo se llevó a cabo la fundación de la R.A.E.?
La R.A.E. se fundó en 1713, pero no fue hasta el año siguiente cuando adquirió reconocimiento real, bajo el mandato de Felipe V. Un año después de esto, en 1715, es cuando se escoge el lema de la academia: limpia, fija y da esplendor.
Con estas sencillas palabras comprobamos que los objetivos de la Real Academia han sido, desde un primer momento, sentar las normas del español y fijar los usos de las palabras que lo componen. Las intenciones, detrás de este lema, son dar gloria y gracia a la lengua española y mantenerla útil y bella a través del paso del tiempo.
Tres siglos después de su fundación, su vigencia es indiscutible. Por ello, es de referencia fundamental en el trabajo de traducción.