Como cualquier otro profesional, sea de la rama laboral que sea, el traductor ha de considerarse, en principio, como lo ha que de ser, un profesional de los pies a la cabeza que desarrolle su trabajo con plenitud de garantías, sabiendo en todo momento lo que se trae entre manos, sin perder de vista que el destino de su trabajo son personas que generalmente necesitan determinados documentos traducidos para gestionar o tramitar, casi siempre, ante las distintas administraciones, procedimientos o expedientes que en muchas ocasiones afectan a sus vidas.
Marguerite Yourcenar, refiriéndose a la persona del traductor, decía que el arte del traductor consiste en no permitir que se pierda nada. Para llegar a ser un buen traductor hace falta mucho más que aprender simplemente una lengua. El traductor no ha de conocer solamente el idioma sino que tiene que dominarlo hasta el punto que ha de hacerlo suyo.
El traductor, antes de la traducción, ha de analizar en profundidad el texto, conocer la tipología del texto al que se enfrenta, conocer sus características y ha de conocer del idioma.
Pero también un traductor que se precie ha de tener un cierto nivel cultural, no sólo lingüístico, del idioma que favorezcan sus traducciones en función del destino de los documentos sobre los que trabaje.
Como llegar a ser un buen traductor de idiomas
Además es muy importante que sepa redactar bien y tener una buena capacidad para expresarse en diferentes estilos. Indudablemente, el traductor ha de tener un buen sentido crítico y una mente analítica. Ha de saber detectar errores y diferenciar frases bien expuestas de las mal redactadas.
Un buen traductor ha de ser una persona con recursos. Saber cómo documentarse y saber utilizar técnicas y herramientas que le permitan realizar sus traducciones con total corrección y fiabilidad. Una de las condiciones que ha de cumplir un buen traductor es tener la capacidad de autoaprendizaje que le permita el estar al día, así como el poder trabajar en equipo. Ha de ser una persona con un buen espíritu emprendedor, resolutiva y muy organizada que le permita realizar trabajos inesperados.
Todas estas cualidades que hacen que llegue a ser un buen traductor han de concentrarse en ofrecer a los clientes un buen servicio personalizado, e calidad, pues cada cliente tiene unas necesidades específicas como pueden ser plazos de entrega diferentes, terminologías especializadas, que permitan ofrecer una traducción adaptada a cada contexto.
Todo ello destinado a que la traducción final sea igual de clara y precisa que el documento original. El traductor ha de tener la habilidad de estructurar el contenido y encontrar la palabra correcta para cada ocasión, el no permitir que se pierda nada.